Mamá Yoli es una mujer mágica y valiosa que, después de afrontar un sinnúmero de adversidades, decide dar una dimensión constructiva a su dolor, trabajando por la niñez vulnerada.
La vida de un ser maravilloso que forja una historia con un nudo triste pero un desenlace feliz para muchos.
Una cálida tarde, siendo el 22 de marzo de 1957, nace Yolanda Ballesteros Álvarez en la ciudad de Manizales. En aquel entonces nadie se imaginaba que su vida trascurriría llena de sucesos tristes, que la alentarían a ser la mujer maravillosa que hoy en día es.
Durante su infancia y juventud experimenta una serie de vivencias que, si bien no son las propias de una niña que crece en condiciones “normales”, le ayudarían a forjar su tenacidad para su llamado a servir a la humanidad, tal vez, como una forma de contrariar lo que ella enfrentó durante estas etapas de su inicio de vida.
A la edad de 6 años muere su madre, no sin antes delegar en ella el rol de “mamá” de sus 4 hermanos menores, siendo su hermana menor de tan solo 2 meses de nacida; así las cosas, Yolanda con tan solo 6 añitos acarreaba la responsabilidad de cuidar sus 4 hermanos menores. A partir de ese momento, ella lo hace con una responsabilidad absoluta, tal vez como lo hubiese hecho su propia madre. Cuidó de sus hermanos como si fuesen sus propios hijos, un rol que no le pertenecía, ya que su función debió haber sido, para ese entonces, la de ser niña y disfrutar de su propia infancia.
Cuenta ella con entusiasmo, un sinnúmero de experiencias vividas con su familia, unas buenas y otras no tan buenas, como la vivida en el año 1966 cuando fueron llevados por su padre, a un internado en el barrio de Chipre de la ciudad de Manizales; allí era el único lugar donde aceptaron recibir a todos sus hermanos juntos sin tener que separarse, algo por lo que ella siempre luchó.
De este lugar emanan varios recuerdos de rebeldía, alegrías, enfermedades y, sobre todo, de aprendizaje. Un aprendizaje que le serviría para lo que en un futuro fuese su llamado.
A la edad de 18 años, en el año de 1975, su padre se casa y, dos años después, como producto de esta unión, Mamá Yoli y sus hermanos cambian de domicilio a la ciudad de Medellín. Viajan rumbo a lo que ellos creerían serían el fin de tantas desgracias, el fin de no tener que pensar en qué van a comer, dónde van a dormir, qué familiar les dará cobijo y de qué van a vivir, ellos soñaban que todo cambiaría con este tan anhelado viaje, pero ¡oh sorpresa!, Belarmina, la nueva esposa de Octavio, su padre, no recibió con agrado a sus hermanos y por tanto Mamá Yoli no tuvo otra opción, sino la de salir de esta casa con sus hermanos a cuestas y sin rumbo alguno.
Deberían seguir enfrentando con aceptación y alegría su no muy afortunada realidad, siempre y cuando permanecieran unidos. Su padre, ensimismado por el amor que le profesaba a aquella mujer, nunca intentó nada para cambiar el destino de sus propios hijos, pero ¿cómo culparlo, si él también vivió sus propios procesos dolorosos que le impedían expresar el amor a sus hijos en su máximo esplendor? No obstante, hacía intentos esporádicos por demostrarles que, pese a sus propios dolores, los amaba.
Ella y sus hermanos -ya más mayores-, decidieron quedarse a vivir en la ciudad de Medellín.
Con el fin de mejorar la calidad de vida de sus hermanos, Mamá Yoli busca un empleo. Poco a poco, sus hermanos se fueron casando y formando sus propios hogares. Al mismo tiempo ella conoció a un joven llamado Alberto, quien sería el padre de sus dos hermosos hijos. Al trascurrir el tiempo, Mamá Yoli nunca dejó de lado el don de servir, que siempre prevalecía en ella, ayudando a quien lo necesitaba y dándole de comer al hambriento. Aunque su propio esposo se opusiese a que ella brindara estas ayudas, ella lo hacía a escondidas.
En el año de 1986, Mamá Yoli afronta una situación muy dura para ella: la muerte de su único hermano varón.
Sus hijos crecieron y cuando tenía 18 años el varón y 15 años la niña menor, ocurrió que Mamá Yoli descubrió que su esposo tenía una relación con otra mujer, relación de la cual había surgido un hijo extramatrimonial. Eso para ella fue una situación muy difícil de procesar y produjo una separación muy dolorosa para ella.
Es allí donde paradójicamente encuentra la fortaleza para “iniciar” el valioso trabajo con la comunidad y la niñez en situación de vulnerabilidad. Comienza a construir una historia basada en entrega y amor desinteresado.
En el año de 1999, todas las noches se dirigía al barrio de Niquitao, un barrio marginal de la ciudad de Medellín, a repartir aguapanelas a los indigentes del sector. Esto dio pie para que ella decidiera trabajar por la niñez de Niquitao, conformando un comedor comunitario, donde se atendían diariamente 250 niños y sus familias, a los que se les brindaba desayuno.
En el año 2002, en vista de la gran necesidad que tenía la niñez de este sector, crea un hogar de paso, el cual llamó “El Refugio”. Allí brindaba desayuno, almuerzo y algo para los niños, además de la recreación, todo esto en asocio con una comunidad cristiana.
Desde aquel entonces, aquella mujer que lleva por nombre Yolanda Ballesteros Álvarez es conocida por todos como “mamá Yoli”, seudónimo que los propios niños de esta comunidad tan afligida le pusieron como símbolo de cariño y tal vez, ¿por qué no?, así la veían los niños, como su propia madre o como el reflejo de lo que anhelaban que fueran sus propias madres, una mujer entregada, apasionada, cariñosa y natural como lo ha sido ella.
El 31 de octubre del 2002, no bastándole con su hermosa labor, decide trabajar con los niños más necesitados bajo la modalidad de internado, realizando un trabajo íntegro con las familias de aquellos angelitos a los que la vida ha golpeado tanto como a ella. Mamá Yolanda tiene el convencimiento de que la modalidad de internado protege los derechos a los niños, niñas y adolescentes, teniendo en cuenta que estos niños han sido vulnerados y no muy afortunados por las tristes y duras experiencias que se viven en cada uno de sus hogares.
Se crea desde el 2005 lo que hoy se conoce como la fundación JARDIN DE AMOR. Para aquel entonces, la fundación albergaba 10 niños, niñas y adolescentes en situación de calle. Gracias a la bondad de algunos empresarios que vieron en Mamá Yoli el don de ayudar con alma vida y corazón, se logra un crecimiento en la atención de los niños, niñas y adolescentes aumentando el cupo a 50 niños atendidos y acogidos por el amor de esta valiente mujer. Hoy en día se les brinda vivienda, estudio, alimentación, formación complementaria, atención médica y psicológica, y recreación, tanto lúdica como deportiva.
A partir de allí, Mamá Yoli trabaja día a día con la niñez, logrando formar seres íntegros y útiles a la sociedad, luchando por fortalecer el núcleo familiar, ya que su convicción es que desde la familia se puede construir o degradar la sociedad, y es por esto por lo que insiste en que debemos trabajar por fortalecer todo el núcleo familiar.
Este mes, Mamá Yoli cumple 19 años trabajando por los niños más necesitados de Medellín, aportando al desarrollo social de la ciudad, acompañando y atendiendo integralmente a menores de edad vulnerables ante la drogadicción, el alcoholismo, la prostitución, el trabajo infantil y otras situaciones.
Hoy por hoy, se puede decir que Mamá Yoli ha sido un angelito, destinado a salvar vidas a punto de ser perdidas por la drogadicción, el desplazamiento, el abandono y la desigualdad de un país como Colombia. Hoy, ella nos cuenta con felicidad, que varios de sus niños están aportando en la construcción de un mejor país y, sobre todo, impactando positivamente sus propias vidas.